miércoles, 24 de octubre de 2007

Fuga número 2

Está nevando en mi corazón. Sólo veo escarcha craquelando los recuerdos, en una noche que me brinda abrigo en el calor de una melodía que vivía en mi desde la inocencia.
Quietud, sólo espasmos de energía, homenaje, tal vez imitación.
Puedo pretender algo más que prometerme ver mis dedos sangrar, sobre el blanco y negro de una foto que vas a querer quemar.
¿Quién es el decapitado? Me pregunta un alma curiosa. Yo sólo puedo contestar - Un amante que parece haber perdido la cabeza - restando en la atención, tres pasos, exclamación.
Hoy mi consuelo está cansado, y se fue a la cama sin mi. Hoy mi conciencia está de paro, y se escondió en un libro, sin mi. Hoy mi libertad me secuestró y me llevó a la torre más alta de la alucinación.
En estos dos cielos eclipsados, nuevamente, la lluvia es protagonista.
Las fábulas sobran, las leyendas tomaron partido y se quedaron de tu lado. Tanto negaste la verdad, que ahora me miente. Tanto cambiaste de opinión, que ya no podés ni hablar. Tanto sucumbiste en una montaña rusa, un casino, amor al azar.
Podés abrazarte a un sofá o desahogar tus personalidades arriba de la almohada. Ella nos ahoga, pero ya nos acostumbramos a fingir que lo hacía.
Y qué más puedo decirte que no incluya a un par de letras ordenadas referidas al sentimiento más profundo que llevo en el sótano de mi alma. ¿ Qué más?, tras esta pared, sol jubilado, estrellas prófugas.
Tiro los dados, porque las monedas tienen muy pocas caras. Sólo formo escaleras, en dimensiones torcidas, figuras imposibles, pero sí muy seguras.
Tus brazos se abrieron, me dejaron ir, no dejás de mentirte a vos mismo.
Falta muy poco tiempo para realmente descubrir a ese, negado pero aún por cumplir, sacrificio.

Luna S.

sábado, 13 de octubre de 2007

Sombras del Alma

Solo, otra vez. Sus padres habían salido, a vivir las superficialidades siempre presentes en su estilo de vida, su frivolidad. Desde chico siempre detestó la idea de integrarse a esa sociedad, tan ignorante de lo que pasa a su alrededor. Aunque nunca lo reflexionemos, hay momentos que nunca volverán, y momentos que nunca vendrán, situaciones que no sucedieron y nunca se darán. Y con cada respiro sentía que en vez de ser un segundo más de vida, era un segundo menos de lo que le quedaba por vivir. Lo más frustrante es que el perdía el sueño cada noche pensando en lo mismo, mientras el resto del mundo caminaba sin mirar el camino y sin detenerse a buscarlo.
Sentado frente a la ventana sólo podía ver una tenue luz, era común en él preferir estar en la oscuridad. La lluvia caía suave, empañando los vidrios, haciéndolo saber de la existencia del calor que lo rodeaba todo. Como un susurro empezaron a vibrar los primeros truenos, a lo lejos. Aún siendo un chico tan profundo y sin quererlo oscuro, Pablo siempre dibujaba una sonrisa; y cada diez palabras suyas despertaba la risa de los demás. Talvez era un caparazón, o así quería verlo él, porque no le gustaba la idea de no ser él mismo, era una forma de protegerse a sí mismo.
Si había algo que admirarle a Pablo era la espontaneidad. Así como si de repente un rayo atravesara su cabeza y le hiciera ver todo distinto por un instante. Fue por eso que se levantó, abrió la puerta trasera y salió al amplio jardín que había atrás de su casa, justo cuando percibió que se había cortado la luz en el resto del vecindario. Estaba descalzo y al pisar el césped empapado, tan frío, se entumeció… y eso le gustó. Se recostó sobre el suelo, mirando el cielo, tan oscuro. Le sorprendió ver, a pesar de las nubes frondosas, un rastro de la luz que reflejaba la luna. Se sintió acompañado, su fiel compañera en esas cuantas noches que esperó hasta que saliera el sol.
Podía sentir las gruesas gotas de lluvia, las sentía una por una, se detenía en cada una de ellas. Cerró los ojos, dejando que sus oídos lo guíen en la percepción del universo. Los estruendos de la tormenta se oían cada vez más cerca y se dejó llevar por la fuerza con la que cada relámpago caía al suelo.
De repente, sintió como si el mundo se le cayera encima. Todo su cuerpo vibró y sintió una tremenda energía correr por sus venas, nutriendo de poder cada célula de su cuerpo. A través incluso de sus párpados pudo percibir una luz que parecía inmaculada, limpia, libre; de haber tenido abiertos los ojos de seguro hubiera quedado ciego. Por un instante fue como si sintiera todas las sensaciones nunca antes sentidas y las ya conocidas en tan sólo un segundo. Y al siguiente no sintió nada, absolutamente nada; parecería como si hubiera perdido todos sus sentidos.
Sorprendentemente, con un último aliento logró respirar, y sintió un aroma muy particular, que nadie sabría describir; agradable, dulce, se sentía como paz. Abrió los ojos, no vio nada, todavía se sentía recostado y al pararse bruscamente se asombró al ver que aún estando tan oscuro, podía ver sus manos, y su cuerpo; Como estar en una habitación con las paredes negras, vacía y que aún así hubiera algo que emitiera luz como para poder verse. Escuchó un murmullo que lo dejó helado, en verdad estaba paralizado, superado por la situación, sin entender nada y sin ni siquiera pensarlo; con el pensamiento en blanco, o en este caso, en negro. Una voz, que parecía callada, lejana, pero que la oía redundante en su cabeza; una voz muda que ensordecía. Giró completamente lleno de seguridad, con un coraje instantáneo y vio una luz tenue, que parecía negra, y en esos momentos transformaba el paisaje de un negro océano profundo a una oscuridad marmolada. Se acercó, como dando pasos en el aire, sin sentir una superficie que tocara sus pies. Distinguió de a poco cómo se dibujaban los contornos y las sombras de una joven que miraba directo hacia él. Su cuerpo se fundía en la oscuridad, como si formara parte de ella. A medida que se acercaba más y más, sentía cada vez más y más frío. Su imagen se volvió más clara y se encontraron frente a frente.
Una sonrisa. Tan pura, tan simple, tan verdadera. Una sonrisa que iluminó su rostro que hasta ahora se veía perverso en los ojos de Pablo. Y el sintió algo que nunca había sentido antes. Fue como si le arrancaran el alma y luego se la dieran mil veces más llena, llena de vida. Sintió una fuerza que lo acercaba a ella. Fue como si el tiempo, ya inexistente, se detuviera. En sus ojos, tan claros, la pudo ver, vio su alma. En esos ojos, del color del cielo, se pudo ver a sí mismo. Un espejo, que reflejaba su esencia, tan enterrada en lo más profundo de su ser. Ella acarició su rostro y el sintió como el frío que lo estremecía se transformó en una llama ardiente, que latía dentro de sí. Espontáneamente, así como siempre lo hizo… la besó. Es indescriptible la sensación que recorrió su cuerpo, como si todo lo que sintió desde el momento en que nació hasta hoy fuera insignificante. Y otra vez, la energía en la quietud, el estruendo en el silencio y la luz en la oscuridad. Se sintió tan realizado, como si al fin encontrara un sentido a la vida. Lágrimas cayeron de sus ojos, brotaron desde el centro de su corazón. En un último latido, estancado entre la vida y la muerte, en tal experiencia religiosa, despertó en su habitación.
Todo había desaparecido, todos esos sentimientos. Bruscamente se paró y se dio cuenta que fue real, aún se encontraba empapado por la lluvia. Dio tres pasos, dejando huellas en la cerámica del suelo. Cerró sus ojos otra vez y la escuchó, sintió su presencia…
-Despertarás cada día conmigo y te dormirás conmigo en las noches. En todo momento estaré junto a ti, y nunca me perderás. –Una última ráfaga de adrenalina y escuchó suavemente- Te espero…

Luna S.