
Impulsivamente quisiera desarmar la luz, para lograr que tu imagen se congele en mis pupilas; antes de que la primavera derrita lo poco que me queda de corazón.
La supernova que resume tu aliento me quiebra las costillas; los latidos crecen sin medida y la frecuencia envuelve mis puños. Y aún así no puedo luchar contra esta sensación, este nuevo grito que quiebra, sangra y desnuda la voz. Instantáneamente estacionó la vergüenza, con los frenos arañando el silencio. La guerrera que se cubre con mis ojos ya no puede sostenerse. La golpeaste fuerte, en las rodillas. Está a punto de desvanecerse, pero le encanta.
Mientras la canela se resbala por mis labios, sobrándote, yo quisiera correr, esconderme y a la vez ocultarme de vos, dentro de tu boca. Que el refugio tibio que me dan tus manos me adormece. En esa cuna creo soñar, pero tengo los párpados arriba, la mirada bien atenta para memorizar cada una de tus sonrisas. Las mismas que te hacen sentir débil, ya te hicieron ganar varias jugadas.
Pero no va a ser nuestra culpa arruinarlo todo. Ni huir. Ni fracasar. Los ladrillos ya están ahí, podemos construir una pared... o un puente.
Como sea, no voy a dejar que se me escape este segundo sin robarte otro gramo de eternidad.