sábado, 9 de agosto de 2008

Canción Indocumentada

Haciendo equilibrio,
debajo de aquel vidrio,
el trovador de la noche
me cautivó.
Labios dilatados,
las manos sobre el teclado,
pulsando la nota
de mi obsesión.
Es tan fácil deslumbrarte
si luego de callarte
comienza a cantar.
Sangre violenta,
las paredes son lentas
para disimular.
Corazón apurado,
pulso envenenado,
una sonrisa para capturar
cada estrella,
que muy vanidoso
finge alcanzar.
Estiró la mano
como un gladiador;
y el león, dichoso, lo devoró.
No es de fiarse
aquel triunfador
que en cada fiesta lloró.
Se cansó de creer
que habrá un final feliz,
quiso adelantar la página
y la rompió.
Ahora camina bajo techo,
humillando al sol.
Si la luna fue mala brújula
¿a quién puede culpar?
Las almohadas en coma
ya ni le vienen a sermonear.
Las correas se rompen,
los perros escapan
y se van a emborrachar
unas ganas desesperadas
de voltear la cara,
de obviar otros ojos,
de no querer contestar.
Luego dibujan versos
para atarme a su dolor.
Caigo como un ancla vacío
sin evocar perdón.
Valium de papel,
quítanos la piel,
que no hay nada que cubrir.
Dos cadáveres necios
que perdieron el coraje
para sentir.
Esta resaca de amor
algún día cesará...
y los amaneceres
dejarán de picar.

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