
Qué buscaran esos ojos, Maestro.
Por donde camina esa mirada si no es por unos renglones que inspiren a multitudes a no vivir cien años, a exprimir más de cien mentiras, a recorrer los caminos como si fueran cremalleras de sueños.
Qué encontrarán esas pupilas, más que un alivio de luto, de un muerto que sigue siendo leyenda.
Cuál será la próxima lección que de tu mano, golpeando mi puerta, haga sonar las campanas de mis verdades.
Detrás del árbol de recuerdos, una hoja se cayó. Pero no muy lejos del árbol.
No la juntes por mí, sólo muestrame el camino, como un autor que cobra sus derechos, porque no necesito nada más de tí.
Querido Joaquinito.
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