Creí ver un brazo extendido, pero sólo estabas enlongando, descansando el músculo de la desdicha.
Me imaginé tierra firme al final del puente. Hoy sólo quiero seguir nadando.
No necesito tus regalos baratos, tu literatura sobreactuada, tu psicología de cartón.
Tampoco explicaciones obligadas, desinterés maquillado en una pantalla de monoblock.
No sé cuánto tendré que esperar para ver como tu auto vuelve a pasar por mi puerta, y como la llave estará 6 metros bajo tierra. Y que cuando, sin frenos, quieras detenerte frente a mí, derrape la desesperación de un amor mediocre que erra al capataz de una canción.
Sos como una figura de porcelana, arriba de un atril, con el precio borrado y la sonrisa de un arlequín. Esperando que una mano femenina te tome de la barriga, sin importar pasar a ser parte de la decoración.
Espero que en cada polvo casual esté mi viento, recordándote lo podrido que estás por dentro.
Cada beso que te guardé, se lo donaré al primer pez que prometa desaparecer. Ninguna ilusión volverá a pisar tu calle.
Nos veremos, hombre común, disfrazado de callejero; cuando tu vacío trinque la pared de lo desechable. Gracias por nada y que la vida te quite de ese cenicero, porque ya ni el fuego te alcanza para darme este humo.
1 comentario:
luna, me encantó. totalmente. te lei en el proxima estación y de veras que "alucine". ¡qué fuerza, qué pasión, que polenta! versos así golpean con una contundencia impiadosa. me dejaste sin palabras (te las robaste todas)wenisimo
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