sábado, 9 de agosto de 2008

Vías cruzadas

Me pide que no levante la voz, que todos sus sueños duermen y que no quiere hacerlos despertar. Sus labios mojan el ambiente de un deseo tenso, y el vapor acaricia sus párpados, como mi lengua la desesperación.

El incendio de un tiempo lejano, nos trajo el humo que hoy vemos dibujar. Escoge nuestras venas para circular como un niño en una calesita, como la estrella fugaz que apurada por llegar, hace llorar al cielo y a vos festejar.

Cuántos escritores y héroes infames se sacrificaron para que vos y yo nos pudiéramos encontrar. Y como en un juego de ajedrez, la verdadera reina de la mesa, giró los blancos hacia ella y me dejó como el caballo cansado, sin agua que beber. Ésta yegua guerrera galopa por el asfalto como por las estepas de tu abdomen, y se esconde de la luz como una fotografía sin revelar. Pero la instantánea quedó sellada, sin papel ni tinta, sólo mil suspiros que le debemos al azar.

Y él sigue su camino, ignorando el accidente que el destino puso en su andén. Ella escribe sobre utopías, escuelas ardientes, amantes que son canciones y la música que es amante.

Todavía recuerda un segundo, aún de lejanía, cuando en el austral él la descubrió aunque siempre estuvo ahí, con un antifaz detrás del telón del anochecer.

Aunque lo lleven otras manos, ignora que una pieza la eligió. Es de los soñadores que se fascinan al verla rodeada de estrellas, pero de los hombres que nunca se quedan con ella. Ahora, como nómade inmortal, ella desplega sus alas. Volvió a perder otra cadena y le quema la libertad.

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